Violencia: quiero comprender.
Quiero entender porque
ellos matan y maltratan. Porque la violencia que asesina,
dispara, destruye es casi siempre
masculina salvo algunas excepciones que
confirman la regla. Es la misma violencia que
nutre el terrorismo, que lanza bombas y maneja explosivos.. No se trata de “la agresividad” , esta pulsión
tan masculina como femenina, sino
de la expresión violenta de la misma que, aceptémoslo, está casi siempre protagonizada por hombres. .
Cierto que la violencia satura el aire que respiramos, la
tele que miramos distraídamente, los
juegos y vídeo- juegos con los que
nuestros hijos y nietos varones van
aprendiendo como es el mundo en que viven y qué es lo que les
toca – a ellos en tanto que varones- hacer en él. Aprenden
de mil maneras, explicitas muchas veces e implícitas muchas más, que ser hombre- joven varón o niño , llegar a ser un auténtico hombre
digno de tal nombre y digno, por ello de representar a toda la humanidad ( es decir
a Hombres y mujeres...) implica poseer
unas determinadas cualidades de
firmeza, competitividad sin las que no son completos. Y que, en caso necesario no deben amilanarse ante el uso de la violencia: el hombre debe
poder ejercerla sin que le tiemble la mano.
¿Exagero? No creo. Los datos
estadísticos dan razón de estas
afirmaciones. Y muchas reflexiones recientes
siguen este mismo camino.
En estos últimos días
estamos viviendo una gran conmoción ciudadana e institucional causada
por los atentados terroristas. Hemos
visto innumerables veces, casi de forma
invasiva en televisión,
imágenes de violencia, miedo y terror. A menudo para airear un poco
el espíritu, hemos buscado algo distinto
en algún otro canal. Sin mucho éxito.
Incluso en algún momento he tenido la impresión de cierta confusión: la
película que me ofrecían, algunos anuncios de juegos y juguetes, la series, resultaban ser extrañamente parecidos a lo
que mostraban las noticias: no había forma de escapar de la violencia. Y esta no es una situación
excepcional: el baño de violencia es cotidiano, casero, familiar. Nos lo
comemos con la sopa que engullimos en la cena.
Nos habituamos y lo que es peor, habituamos a los jóvenes, no solo a su
existencia cotidiana, sino que les comunicamos que la violencia es algo innato,
natural y es un recurso del que se puede echar mano en
caso necesario. Cada dio reciben clases
prácticas en la tele, en los vídeo juegos
y en el adoctrinamiento sutil que
procede de los estereotipos que producen el márquetin, los descontrolados patios de los
colegios, algunas exhibiciones
deportivas de masas mientras se les
inculca cierta dureza en sus conductas y
se desvalorizan algunas de las más importantes y necesarias
virtudes humanas
Solo falta que esta “naturalización” de la violencia, esta
habitación cotidiana a su uso halle
ocasiones para actualizarse. Que pase de lo visto, imaginado o jugado a la
realidad. Es un gran salto, sí. Pero es
un salto que se da. Se da cuando el juego se carga de ideología justificativa,
se carga de “razones” (en el caso de la violencia armada y del terrorismo…) o
cuando, en el ámbito personal se pone en cuestión algo tan íntimo, tan
intransferible como aquellos rasgos que definen nuestra identidad. Cuando se
cuestionan de forma radical, profunda el
núcleo mismo de lo que se ha venido entendiendo por “virilidad” y que resulta
intolerable, ante lo que se está desarmado... Y entonces se echa mano del
recurso último, el tolerado, visto, aceptado por toda la cultura, el que está
impregnando el aire que se respira y que
integra, aunque no se diga con estas palabras, uno de los valores de la
identidad viril. Y entonces estalla la catástrofe Porque este cuestionamiento
intolerable para ellos suele producirse en la intimidad, en los nexos más
íntimos, en los núcleos personales recónditos donde ellos tienen la impresión de que se juega su ser
Hombre Su poder. Su autoestima. Y la violencia machista estalla entonces hasta las ultimes
consecuencias…
No hay más camino, a la larga que prestar mucha atención y
esfuerzos a la educación de los niños-varones, para ayudarles a construir
identidades más colaborativas y meno competitivas, a canalizar su agresividad
de forma civilizada y no a puñetazos, a aceptar sus fragilidades y miedos, a encauzar
sentimientos y darles nombre: solo la
violencia es muda, nos dice Hanna Arend…
Aprender a respetar al diferente forma parte de este catálogo de medidas. Y también hay, que deshacer el nudo
interno que atenaza a mujeres y niñas
para que avancen en su capacidad de denunciar, actuar crear y hacer
respetar sus básicos derechos humanos. Y luchar abiertamente para que la
cultura, los medios dejen de estimular
la violencia , de normalizarla, de hacerla digerible y casi amable .. Y hay que feminizar la política no solo en sus
contenidos, sino en sus métodos mediante la acción de mujeres que tengan muy
claro que la igualdad, los derechos humanos, los diálogos y lo pactos deben
substituir a las imposiciones, la competencia constante, las violencias y las armas.... Cuan largo me lo fiais, Sancho ..
Sé que es como una larga carta a los Reyes Magos. Pero a veces, las cartas, llegan a sus
destinos. Y son leídas.
Mª Dolors Renau.